martes, 16 de febrero de 2010

10 segundos.

Un segundo...Alguien sonríe. Dos segundos...alguien muere. Tres segundos...una mujer es maltratada. Cuatro segundos...Un hijo abraza a su madre. Cinco segundos...alguien consume drogas. Seis segundos...un bebé nace. Siete segundos... dos amantes hacen el amor. Ocho segundos... alguien asesina a otra persona. Nueve segundos...alguien contamina el planeta. Diez segundos... dos jóvenes se enamoran.


Lo constante que es el mundo, la realidad, la vida. No nos damos cuenta, porque como es normal, estamos pendiente de nuestras vidas y su alrededor. Pero la de acciones que puede haber en todo el mundo...en tan solo diez segundos.

« ¡No te rindas ahora! »


El chico se hallaba una vez mas allí, caído, en el charco de barro. La desesperanza lo inundaba, ya no le quedaba fuerzas para seguir, pensaba que no debía levantarse más.
« ¡No te rindas ahora! » -Dijo una voz en su cabeza.

El chico extendió las manos y se irguió un poco. Notó como el aire lo rozaba y lo mecía con dulzura, era una sensación tan agradable que inspiró en su rostro una sonrisa. Estaba sucio y mojado, la lluvia caía fuertemente contra él, como si quisiera volverlo a ver en el suelo. Pero el chico comprendió que había caido de nuevo, pero que no había perdido aún. Se levantó un poco más y la esperanza fue volviendo, recuperaba poco a poco el calor y se sentía mucho mejor. Siguió comprendiendo, que si se levantaba ahora y seguía luchando, merecería la pena correr el riesgo de volver a caer, pero no, no lo vencerían, porque no se rendiría.

«Solo se pierde cuando se deja de luchar» -Pensó-. « Y no pienso hacer tal cosa»

A cada pensamiento que su mente formulaba, su cuerpo se alzaba un poco más del suelo, venciendo a la desesperanza y a la desazón. Por fin logró ponerse en pie, alzó la vista al cielo y observó que seguía lloviendo, aunque el agua que caía parecía tener ahora una naturaleza distinta. Se puso en marcha hacia su destino, sabiendo que no importa caer cien veces si estas dispuesto a levantarte otras cien. Y no importa lo sucio que esté algo, porque con agua y un poco de esfuerzo, cualquier mancha sale de cualquier sitio. Incluido el alma.

lunes, 15 de febrero de 2010

Sentimientos Inconexos.

Pura magia, la melodía de tu rostro
Don que inunda, la luz de tus ojos
Llave de amor, que abrió mis cerrojos

Flor de lis, pasión de ambrosía
pasado gris, que venció tu blanco día
Llamame corazón, de corazón, por ti moría

Pecado de dioses, Penitencia de sabios
rosas que roces, cerezas de labios
emociones nuevas, sentimientos en diarios

Mudos te quieros, caricias de fuego
Gestos sincero, ardiente cielo
morir en tu cuerpo, diosa, es lo que deseo.

martes, 9 de febrero de 2010

Creando monstruos.

Recuerdo mi infancia. Todo era alegre, feliz y fácil. Una vida sencilla y humilde, pobre pero llena de alegría. Hasta una noche. Dormía, y de repente escuché un estrépito. Parecia como si el cielo nos hubiera caído, yo no sabía que pasaba. Luego oí ruidos muy extraños, que se repetían constantemente, salté de la cama y escuché gritos de temor, de agonía, de desesperación y de impotencia. La noche estaba iluminada por el fuego, me pareció estar en el infierno. Extraña gente vestidas con un traje verde y casco, mataban a todas las personas que se encontraban, hombre, mujer o niño. No dejaban vida a su paso. Unas especies de pájaros metálicos, sobrevolaban dejando caer fuego en nuestra querida tierra. Me cruzé con personas moribundas, diciendo que corriera. Vi morir a mi padre, a mi madre, y a mis tres hermanos. Vi morir a bebés, a ancianos a amigos míos. Supe que iba a morir allí, con toda aquella gente, y sin embargo no sentí temor, solo quería que aquello acabara ya, y reunirme con mi familia, estuvieran donde estuvieran. Supe que el demonio había llegado a mi hogar.

Alguien me agarró y me llevó lejos de allí. Milagrosamente me salvé, y nos refugiamos en las montañas...

Hoy soy un adulto, y sigo escuchando aquellos ruidos, aquellos gritos, aquel infierno. Para acallarlos, soy yo quien mata a las personas, soy yo quien pone bombas, descuartiza y envenena, soy yo quien os invade y os hace sumiros en la mas impotente de las desesperaciones posibles. Soy yo, ahora, el demonio, el que os martiriza y os atormenta, el que os sorprende por la noche y os asusta.

Hoy, a mi, me llaman terrorista. Un perturbador de la paz y la armonía. Me llaman el malo, el antagonista en la historia. Pero solo soy el Frankestein que se rebela contra su creador.

Soy vuestra mas perfecta creación. Un monstruo que nunca quiso ser lo que es.

domingo, 7 de febrero de 2010

Era amor.

La lluvia con ligeros tonos plateados, asaltaban los tejados de las casas dejando el paisaje empañado en un hermoso y melancolico marco de enigmatica tristeza. La calle inundada por el agua, estaba desierta y sola, salvo por una figura ataviada con una capa negra ocultando su cara bajo la capucha de esta.
Aquella sombra de la calle avanzaba lentamente, como si el agua no pudiera calar en el, como si fuera a vivir para toda la vida, como si el tiempo no existiera. Bajo su capa, ocultaba algo, algo que no se apreciaba simple vista, algo que escondia el significado de aquel dia, de por qué estaba andando bajo la lluvia, de por qué se habia aventurado en ese intempestuoso dia. Él siguió su camino sin detenerse, cruzo plazas y avenidas, cruzó calles y carreteras, cruzó todo lo que hubo que cruzar, para llegar a su destino.
A lo lejos, debajo de un un precioso y maginifico olmo, se hallaba otra persona sentada, apoyando la espalda en el gran tronco del arbol, con los brazos cruzados para protegerse del frio con la cabeza apoyadas en sus rodillas, sumida en sus pensamientos, una preciosa chica. La figura encapuchada llegó a su lado y se quedo observandola a 2 metros de ella. Se quito la capa, y la rodeo con ella para protegerla del viento.




-Perdón por haber tardado tanto.-Dijo él, un poco triste por haberla visto agazapada como un animalillo triste.


Ella levantó la mirada y clavo sus enormes ojos en los de el. Era el atardecer de un amanecer, era como tener dos soles, igual de maravillosos y mágicos, alli, al alcanze de su vista.


-La espera vale la pena.
-La valdrá.


De pronto, se agachó, hinco una rodilla en el humedo suelo, y de su espalda sacó una preciosa rosa roja.
La asía como si acariciara el rostro de una mujer, con la misma sutileza con la que queria besar aquellos labios que se elevaban ante el, orgullosos y seguros. El, miro la rosa y luego a ella, cogio su mano y le entrego la preciosa flor apretando su mano con fuerza.


-Te entrego esta flor, mi preciosa flor. Mi amor, amor, está contigo para siempre, y siento que cada paso que doy en mi camino, es menos distancia que recorrer para estar junto a ti, y que cada estrella, mi estrella, son luces que solo lucen para alumbrarte a ti. Querria morir, para que te entregaran mi corazon en una urna de plata, porque perteneciendote ahora a ti esta dentro de mi y no lo puedes poseer, fuera de mi no dejaria de latir si lo tienes tu mi suave luz, llama de mi alma, fuego de mi ser, dime que me dejas amarte para siempre, y asi lo haré.


La joven, con el rostro ruborizado le cogio la mano al chico, lo levanto del suelo, y con un sutil y lento movimiento fue poco a poco, acercandose a sus labios, memorizando cada segundo, cada imagen y cada rasgo de su rostro mientras se acercaba cada vez mas y mas.


En cuanto sus labios se rozaron, algo en el universo infinito tembló, algo que tanto uno como el otro sintieron, algo de lo que habian hablado durante semanas, algo en lo que siempre estaban pensando, algo que no sabian ellos hasta que punto era importante, no solo para ellos mismos, sino para el planeto entero.


Aquello que habia temblado, que habia estallado y habia agitado los cimientos de su vida, aquello que los habia transportado olvidandose de quienes eran en realidad, aquello que los habia cambiado para siempre, aquello...era amor.